miércoles, 29 de agosto de 2012

Yo, como cualquiera.

He vuelto.
A dibujar, a escribir, a llorar encima de un poema desesperado, a arrugar hojas y hojas de papel con palabras que nadie leerá nunca, a mojar mis acuarelas con mis lágrimas, a escuchar blues rotos.

Pero me siento extrañamente bien. "Se ha vuelto loca", pensaréis. Puede ser.
Quizá sólo sea una soñadora desengañada, que simplemente me he vuelto a topar con la dura y triste realidad una vez más.

En fin. Lo que importa es no rendirse. Que me rompan mis sueños una vez, y otra, y otra, que yo seguiré luchando por ellos. Quizá algún día los consiga. Al fin y al cabo, para ésto está la vida, ¿no? Para tratar de ser feliz, para vivirla, para dar mil vueltas y acabar... pues como acabamos todos, de una forma u otra.
No me gusta pensar que vivo para un fin, prefiero creer que todo lo que yo haga tendrá sus consecuencias, que yo elijo el camino con todos sus recodos, vueltas y curvas.
¿Y yo qué soy? Una partícula más de éste universo. Bien, una partícula que piensa, ríe, llora, ama y sufre. Pero como todos.
Y a la vez soy tan única... Nadie más vivirá mi vida, nadie más sabrá todo lo que he visto, escuchado y sentido. Sólo yo.
A veces me gustaría dejar de sentir.No sé, la existencia de una piedra es tan simple, que en ocasiones las envidio. Pero eso sería ser cobarde y rendirse. Estamos hechos para sentir, pues sintamos. Incluso el dolor nos hace saber que estamos vivos. Somos un mar de emociones apenas contenidas en nuestro interior. Dejemos que salgan fuera como lágrimas, carcajadas, besos o gritos.
Estamos hechos para vivir, así pues, vivamos.
Yo, como cualquiera.