domingo, 19 de febrero de 2012

Estamos malditos

Te vuelvo a escribir, últimamente ya sólo te escribo a ti. Te compondría un poema y te lo recitaría, pero no me atrevo a rimar.
Me pongo alguna canción de Joaquín, alguna de ésas que hablan de mil males de amores, y pienso en ti. La verdad es que muchas de mis lágrimas han sido por ti. Pero lo mejor que he sentido también ha sido por ti.
Tenía miedo. Mucho miedo. A perderte y a tener que aprender a estar sin ti otra vez. A volver a mi vida de antes que ahora no me parece vida.
"Y la vida siguió como siguen las cosas que no tienen mucho sentido."
Porque sin ti volvería el vacío de antes, la sensación de no tener un objetivo, de que vivir es sólo un sinsentido más de la vida.
Y mi corazón que ya está enloqueciendo de sentir algo tan sincero, tan fuerte y tan puro como es quererte, y también de desgarrarse cada vez que siento que te alejas de mí, de encogerse por el miedo a perderte para siempre, cansado de echarte de menos.
Me da miedo lo que puedes hacer conmigo.
Sólo deseo pegarme a ti, atarte a mi vida, pasar mil días juntos y querer que pasen otros mil más. Y que dure siempre esta sensación. Y por más cartas, canciones o poemas de amor que te pudiera escribir, en ninguno sería capaz de expresar lo feliz que me puedes llegar a hacer. Por ejemplo, nada más bajar de autobús y verte llegar corriendo a buscarme...
Tú. Que me acabas de sacar una sonrisa al ver otra llamada tuya.
Qué ganas tengo de que amanezca otro día y estemos enredados entre las sábanas.
He soñado con nuestra vida muchas veces, y siempre estamos juntos.
Nuestra forma de vivir, los aviones y trenes que perderemos, las cervezas que beberemos, los besos que te daré cada mañana al despertarme. Y todo. Todo.
Pero no he imaginado ningún final. Ninguno acaba bien.



"Cuando al punto final de los finales, no le siguen dos puntos suspensivos."